Dueñez*empresaria
Carlos A. Dumois
Tomado del periódico Noroeste.
Dos cabezas piensan más que una, si se sabe respetar y construir con el otro.
La innovación se ha convertido en camino de solución para muchas organizaciones. Se plantean estrategias, se crean departamentos, se contratan expertos, se toman cursos, se leen libros, se hacen proyectos. Todo esto sobre el tema de innovación. Todo esto es un asunto de equipos de trabajo.
Los líderes de proyectos hoy necesitan resolver problemas complejos y tomar ideas en un estado inicial a través de una serie de enmarañados procesos hasta completarlas y ponerlas en práctica. Este tipo de trabajo no puede ser realizado de manera individual. Las exigencias, labores y diversas fuentes de información demandan un trabajo en equipo que hay que saber encauzar.
Los empresarios y consejos de administración esperan con ansia novedosas ideas que se conviertan en las nuevas fuentes de ventas y utilidades. Las nuevas ideas parecen esconderse tras todo este esfuerzo.
¿Por qué algunas empresas tienen siempre alternativas estratégicas mientras que otras terminan generalmente buscando cómo exprimir un poco el viejo modelo de negocio que ya no da más de sí?
Muchas veces hemos presenciado que las ideas revolucionarias que pueden revertir la tendencia descendiente están dentro de la organización. Pero no fácilmente las descubren y patrocinan los máximos dirigentes.
De hecho, muchas ideas estupendas, que luego terminan lanzándolas los ejecutivos frustrados que se separan u otros competidores, nacieron en el seno de la organización que no supo aprovecharlas.
Gabriela Velázquez, de Megaconsultores de la Ciudad de México, nos ha dicho hasta el cansancio que los equipos de trabajo por lo general generan las ideas necesarias para innovar, pero que sus líderes, o los directivos superiores que toman las decisiones, las dejan morir.
Ella maneja con maestría las ideas del gran experto en comunicación Amerjit Chopra, quien dice que eso sólo podemos lograrlo si aprendemos a usar efectivamente las cabezas de la gente. Eso reclama el saber escuchar lo que hay de valor en las nuevas ideas.
Estas nuevas ideas rara vez surgen completamente maduras, de modo que son casi siempre muy vulnerables a cualquier ataque. Darle cabida a muchas de esas ideas es correr el riesgo de ser ridiculizado o considerado irrealista o irresponsable.
Si nuestra gente siente que puede tomar esos riesgos de forma segura y productiva, entonces participar se convierte en una experiencia positiva. El proceso de maduración se logra interactuando entre todos los participantes del equipo.
Matamos muchas ideas antes de terminar su nacimiento. Es el líder y su equipo quien puede bordar fino con cada idea novedosa y dejarla ser. Podemos abortar muchas de ellas si no sabemos trabajarlas con efectividad. Se trata de construir sobre las ideas de los demás, y no luchar por ganar las discusiones y ver quién se lleva el mérito ante el jefe.
Si permitimos que las ideas sean bombardeadas desde su planteamiento las sesiones de trabajo se convierten en batallas campales. Algunos más sensibles, cuando son atacados, tomaran posturas defensivas y torpedearán las ideas de aquellos que atacaron su idea original.
Esta lucha no conduce a nada constructivo. Nuestra cultura de manejo de ideas tiene que progresar al siguiente nivel. El proceso de manejo colectivo de ideas ha de partir de aceptar, primero que nada, lo valioso de cada aportación. Sólo entonces se busca, con cada participación. Hay que buscar cómo perfeccionar lo que le haya faltado al planteamiento, a fin de corregir lo que le falte para ser viable.
Gabriela ha trabajado con las teorías de Chopra, quien plantea esto como un sistema de interactuar, y propone tres fases en cada aportación de un equipo de trabajo; aportación a la que llama respuesta “itemizada”:
- Escuche y verifique haber comprendido las ideas del otro.
- Mencione primero lo positivo y señale después lo negativo que propone reconstruir.
- Construya con las partes positivas de las ideas de los demás, agregando sus propuestas para eliminar las limitaciones y resolver los problemas.
Parece sencillo, pero requiere de mucha disciplina; sin embargo permite que los equipos de trabajo sean efectivos. No deje morir las buenas ideas.
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Carlos A. Dumois es Presidente y Socio Fundador de CEDEM.
* “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois.