En la sociedad burguesa existen dos grandes desviaciones políticas, imposturas que nos impiden hacer investigaciones científicas que produzcan conocimientos “objetivos”. Unos confían ciegamente en lo empírico, eliminando lo filosófico, y otros confían ciegamente en lo filosófico, olvidándose del mundo. Comprendamos al pie de la letra la anterior tesis marxista y lancemos la anexa cuestión: ¿cómo sé que mis indagaciones no están tocadas, influenciadas o desviadas por alguna idea ajena a mi ciencia? Transformemos la pregunta teórica en una pregunta práctica, concreta, pues el pensamiento concreto sirve para corregir las andanzas y meneos celestes de lo teórico: ¿cómo sé que mis entrevistas y encuestas de sociólogo no están invadidas por creencias y prenociones que nada tienen que ver con la ciencia?
El profesional amor profesado por los sociólogos hacia la objetividad engaña, hace pensar, como dijo Lope de Vega, “que un cielo en un infierno cabe”, que una teoría infinita en un espacio delimitado cabe, que una teoría política cabe en una encuesta, que un discurso sirve para comprender cómo funciona una sociedad. El que quisiere cosechar lágrimas, que siempre amores, como dijo Plinio el Viejo. Pensemos en algunos axiomas utilísimos para verificar si nuestras encuestas y entrevistas no padecen subjetividad, padecimiento hecho de moralismo y de falso objetivismo.
En el famoso manual de Jean-Claude Chamboredon, de Jean Claude-Passeron y de Pierre Bourdieu, titulado `El oficio de sociólogo´, leemos lo citado: “El sociólogo no sabe qué hacer cuando, desorientado por una falsa filosofía de la objetividad, se propone anularse en tanto tal”. ¿Es posible anular un interlocutor en un diálogo? ¡Quimeras de gentes que quieren imitar al Demiurgo, observador omnipresente! ¿Es posible eliminar de nuestra cabeza todas las prenociones que tenemos, todas las “concepciones del mundo” que tenemos? ¡Quimeras! Y si el sociólogo educado en Harvard, en Oxford y en La Sorbona no puede hacer tales escamoteos, ¿podrá hacerlo un obrero o persona común y corriente? La pregunta no exige gastar lo del tintero. En vez de “anular” creencias, de apagar fuegos mentales, debemos hacer consciencia de los posibles fuegos que podrían interferir nuestras observaciones, discursos y preguntas.
¿Qué es un conocimiento científico? Es un conocimiento válido en cualquier terreno ideológico, dentro de cualquier “concepción del mundo”. Pero la validez lógica no es el sinónimo de la veracidad física. ¿Qué percepción tiene el entrevistado sobre las entrevistas, sobre las grabadoras, las cámaras de video o fotográficas? Tal pregunta nos lleva a esta otra: ¿qué postura intelectual cree que es correcta el entrevistado cuando está conviviendo con la “ciencia”? Otra más: ¿qué respuestas cree el entrevistado que tiene que dar en tal situación académica? Si alguien nos plantea preguntas con cariz científico, ¿qué hacemos? Damos respuestas científicas, o que parecen serlo.
Sendos dilemas nacen cuando el entrevistado y el entrevistador ignoran a qué ideología política someten sus opiniones. Sancho Panza, recuerdo, dijo algo que ayuda a la intelección de la lección dada: “que para preguntar necedades y responder disparates, no he de menester yo andar buscando ayuda de vecinos”. Disparate es preguntarle al observador de la televisión qué piensa sobre los `Mass Media´, y disparate es preguntarle al campesino qué piensa sobre alguna oscura reforma agraria. ¿Por qué? Para empezar, porque los discursos de las personas son meros fragmentos de la realidad social, no la realidad social reducida, y en segundo lugar, porque el hecho de que yo sea un observador de la televisión no me convierte en un experto sociólogo avezado en las teorías de la comunicación. ¿Y qué sabe el campesino de achaques jurisconsultos?
En la obra citada leemos una advertencia de la cepa vista: “numerosas encuestas de motivaciones (sobre todo retrospectivas) suponen que los sujetos puedan guardar en algún momento la verdad objetiva de su comportamiento (y que conservan continuamente una memoria adecuada)”. Marx enseñó que el método de exposición (discurso del entrevistado, por ejemplo) no es el método de investigación (preguntas de la entrevista), y que el método de investigación no siempre representa la topografía de lo investigado (sociedad, `Mass Media´). Cualquier lector curioso que haya leído a los racionalistas habrá aprendido que el ser humano, en pensando, mezcla las imágenes del pasado con las presentes, haciendo con tales vestiglos surrealistas pinturas para representarse el futuro.
El discurso de un entrevistado, y más si éste carece de educación científica o de espíritu científico, es únicamente una “concepción del mundo”, una cosmovisión sin relación con la ciencia, tanto política como natural. Pensar que las palabras liadas por un sujeto sirven para comprender una problemática es como creer que el sintagma fílmico sirve para comprender el argumento de toda la película. “Cuando el sociólogo renuncia al privilegio epistemológico es para caer siempre en la sociología espontánea”, leemos en el manual citado. El investigador social sin saberes filosóficos, epistemológicos, es como el niño que piensa que todo es digno de ser martilleado sólo porque le han dado un martillo.
Artículo obtenido de Roastbrief.com.mx