Aprendiendo del fracaso

Dueñez*Empresaria
Carlos A. Dumois
Tomado de Noroeste.com.mx

Sin muerte no hay vida. Similarmente, si no hay fracasos, no hay éxitos.

Todo sucede por algo. Nada es de gratis, nada es sin sentido, nada es por nada. ¿Cuál es el sentido del fracaso en la vida del empresario? ¿Qué significado tiene haber perdido lo que dejamos al fracasar?

Los grandes fracasos pueden conducirnos a nuestros mayores éxitos. Todo depende de cómo los manejemos. Fracasar sin aprender es sólo hacernos más viejos. Es más delicado aun cuando el fracaso pegó en el corazón de nuestra querencia de vida, por ejemplo, si no logramos que nuestra familia nos eligiera para dirigir la empresa familiar, o si después de años de preparación no logramos escalar el Everest.

Si fallamos en nuestro cometido: ganar la copa de fútbol con nuestro equipo, adquirir la compañía que nos interesaba, ganar una subasta mayor, cerrar la venta más importante, conseguir el nombramiento tan esperado, y no lo logramos, ¿qué podemos aprender?, ¿cómo podemos convertir ese fracaso en un parteaguas de vida?
La experiencia de la selección de fútbol de Corea del Norte parece ser el extremo menos deseable. Hace cuatro años el presidente norcoreano metió a la cárcel a los deportistas por haber sido eliminados. Este año los jóvenes tuvieron que soportar horas de humillación y burla de la gente en una plaza de la capital. No creo que eso le sirva a nadie, ni a los deportistas, ni a la población norcoreana, ni al tirano que los gobierna.

Es claro que lo primero que necesitamos hacer después del descalabro es eliminar las emociones negativas. Un natural proceso interno de duelo nos ayuda a digerir emocionalmente la experiencia del malogro.

Tan pronto como podamos recuperar la serenidad sigue analizar lo sucedido ¿Por qué fallamos? ¿Por qué perdimos? ¿Qué hicimos mal? No pensemos que hicimos todo bien, o todo mal. No pensemos solamente que faltó luchar más. Necesitamos tiempo, espacio y metodología para revisar lo que hicimos.

Lo peor que nos puede pasar es que después de la pérdida no seamos capaces de aprender. No puedo tener una actitud de revisión si busco primero que nada justificarme.

Después de superar el trago amargo y de evaluar lo sucedido, nos toca reapreciar nuestra realidad con objetividad y sentido estratégico de futuro. ¿Podrá lograrse de otra manera, por otro camino, el objetivo que buscábamos? ¿Sigue valiendo la pena insistir en nuestro cometido? ¿Qué otras opciones tenemos para hacer realidad nuestra querencia? ¿Qué cambios habrá ahora en mis prioridades? ¿Cuáles son los nuevos retos? ¿Qué pasos siguen?

Para poder madurar nuestra nueva visión sobre el tema, nos puede servir compartir nuestras reflexiones con quienes puedan enriquecerlas. ¿Quién puede darme retroalimentación de calidad? ¿Con quién puedo rebotar lo que sucedió para que me ayude a interpretarlo? Mirar el asunto con el complemento de distintas perspectivas puede darnos luz y ayudarnos a definir una mejor postura al respecto.

La perseverancia y el optimismo son valiosos rasgos del empresario, pero tienen que ser gobernados por la experiencia y el conocimiento. Asumir riesgos o insistir neciamente, sin evaluar con realismo las posibilidades, es más bien juego de apuesta. El reconocimiento de fallas es una condición del éxito empresarial.

Aprender de los errores es parte de nuestra flexibilidad. El empresario con agilidad estratégica buscará aprender rápido y aplicar cuanto antes lo aprendido.

Parte de la fortaleza organizacional se sustenta en la capacidad de asimilar golpes. Aguantarlos en parte demanda saber perder, y recuperarse rápidamente. Saber perder y recuperarse rápidamente puede formar parte de la cultura de la organización.

Es conocida la historia del joven emprendedor que consulta al empresario veterano, y le pregunta: “¿Cuáles han sido las claves de sus triunfos?”. El hombre mayor le mira y le contesta: “Podría resumirlas en dos palabras: buenas decisiones”. El joven piensa por un momento y vuelve a preguntar: “Gracias por el consejo, pero ¿cómo puedo saber cuáles son las buenas decisiones?”. “Dos palabras nuevamente”, le replica el anciano: “mucha experiencia”. El joven responde de nuevo: “Muy bien, muchas gracias. Y ¿cómo puedo obtener mucha experiencia?”. “De nuevo dos palabras”, dice el hombre mayor: “malas decisiones”.

A Henry Ford le atribuyen esta sabia frase: “El fracaso es la oportunidad de reiniciar otra vez, más inteligentemente”.
c_dumois@cedem.com.mx
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Carlos A. Dumois es Presidente y Socio Fundador de CEDEM.
* “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois.

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