Hace unos días fuimos testigos de un fenómeno inédito en política, gobierno y la historia de un país. El Presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan, la madrugada del viernes a sábado utilizó Twitter y Facebook para anunciar en tiempo real que un grupo de militares de su país, estaban dando un golpe de estado y solicitó la intervención de los ciudadanos para evitarlo.
“Exhorto al pueblo turco a acudir a las plazas públicas y aeropuertos”, escribió en Twitter y Facebook. En solo unas horas, comenzaron a circular en Facebook imágenes de ciudadanos bloqueando tanques y manifestándose contra el alzamiento.
Los turcos se volcaron a las calles y desafiaron a los militares sublevados. El golpe de estado fracasó en el transcurso del fin de semana. Otro grupo militar se unió al pueblo y al gobierno y sofocaron el intento de golpe.
Es la primera vez en la historia que sucede algo así. Erdogan envió el mensaje a sus 9 millones de seguidores en Twitter y se viralizó de inmediato. Los golpistas actuaron a la antigüita: tomaron las instalaciones de la radio y la televisión para controlar la información hasta imponer el nuevo gobierno.
No pensaron en el caso árabe de hace algunos años, cuando la población utilizó las redes sociales para protestar contra los régimenes dictatoriales. En aquella ocasión, la gente utilizó las nuevas tecnologías para protestar contra el sistema y se hizo viral. Esa fue una lección de comunicación política y social.
En estos días, hemos leído que ese fue un auto-golpe fingido para legitimar al gobierno. Si es cierto o no, lo sabremos con el tiempo tal vez. Erdogan llegó al poder con una política autoritaria. Es conservador, pro-Islam, hostil a las minorías étnicas, políticas y religiosas. Turquía es un país especial porque es la puerta de Asia a Europa. Es un país “bisagra”, ¿qué significa eso? aquel país que tiene elementos comunes con dos regiones, continentes o mundos distintos, es un punto de unión. México es una país bisagra también: tenemos América Latina por un lado y Estados Unidos y Canadá, por el otro. Los militares de hecho, se supone que trataban de restablecer la separación entre Estado y religión y mantener el estado laico.
Por Fernando Fuentevilla y Alejandro Rico.