Kodak y la cámara digital

La innovación que la empresa decidió no lanzar

Kodak es una marca conocida para muchos y desconocida para otros, pero durante décadas estuvo en el centro de la fotografía. Nace a finales del siglo XIX, de la mano de George Eastman, en una época en la que la fotografía era complicada y cara. Su jugada fue simplificar todo el proceso con cámaras fáciles de usar y con rollos ya precargados, lo que permitió que más personas pudieran tomar fotos sin tanta dificultad.

Durante muchos años, la empresa dominó el negocio de la película fotográfica y de las cámaras para el hogar. En los años setenta tenía una participación altísima en el mercado de la película y de las cámaras, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. Justo en esa década apareció una innovación que podía cambiar las reglas: un prototipo de cámara electrónica desarrollado dentro de la propia Kodak, que demostraba que se podían capturar fotos sin película.

Los años dorados de Kodak y el corazón del negocio

Kodak construyó su fuerza alrededor de un modelo muy claro: vender cámaras para el hogar, sí, pero sobre todo película, químicos y servicios de laboratorio. El negocio no terminaba en la cámara; continuaba cada vez que alguien compraba un rollo, lo llevaba a revelar y mandaba a imprimir sus fotografías.

Ese modelo permitió que la empresa dominara la categoría por décadas. La fotografía se volvió más accesible, pero al mismo tiempo se convirtió en un ciclo en el que el rollo era el centro de todo. El corazón del negocio de Kodak estaba ahí: en la venta recurrente de película y en todo lo que pasaba después de apretar el botón de la cámara. Mientras ese ciclo se mantuviera, la empresa seguía siendo fuerte.

El prototipo de cámara electrónica de Steven Samson

En 1975, dentro de Kodak, un ingeniero llamado Steven Samson recibió un encargo que sonaba muy académico: explorar si se podía hacer una cámara electrónica utilizando un sensor de imagen nuevo, llamado CCD. No le dieron una instrucción comercial específica, solo la responsabilidad de ver qué podía construir con esa tecnología.

Con piezas que tenía a la mano en el laboratorio, Samson armó un prototipo con un sensor de 100 por 100 pixeles, una unidad de grabación en cassette y la electrónica necesaria para procesar la señal. El aparato pesaba casi cuatro kilos, era del tamaño de un tostador y producía una imagen en blanco y negro que tardaba hasta 23 segundos en grabarse en una cinta. La resolución era bajísima y el proceso, lento, pero probó algo clave: se podía capturar una foto sin película.

La reacción interna: proteger el rollo antes que el futuro

Cuando Samson mostró el invento a los directivos, el resultado no fue un fracaso técnico; la cámara funcionaba. El ruido vino por el mensaje implícito. Si las cámaras electrónicas avanzaban, la fotografía ya no dependería del rollo, que era justamente el corazón y la razón de negocio de Kodak.

La empresa patentó la idea bajo el nombre de “cámara electrónica” a finales de los años setenta, pero decidió no desarrollar productos de consumo. En Kodak estaban pensando más o menos así: el margen se encontraba en la venta de película y de químicos; una cámara que no necesitara película ponía en riesgo la fuente de negocio principal; y, además, el mercado masivo todavía no pedía cámaras digitales, era algo lejano y que no se consideraba necesario en ese momento.

La tecnología quedó guardada casi en secreto, mientras Samson siguió mejorando los sensores, el color y los sistemas de almacenamiento, pero más como una línea de investigación que como una apuesta estratégica de la empresa.

Mientras Kodak se frenaba, otros construían la foto digital

Mientras tanto, durante los años ochenta y noventa, otras empresas se fueron metiendo poco a poco a la foto digital. Fabricantes de electrónica que no estaban necesariamente en la industria de cámaras tradicionales, como Sony, Canon y Nikon, empezaron a desarrollar equipos caros y especializados. En cada nueva generación se reducía el tamaño, bajaban los precios y mejoraba la calidad de imagen.

Kodak sí llegó a tener líneas digitales en algún momento, pero siempre fue con el freno en la mano, sin querer pegarle de frente a la película. La empresa defendía su negocio de rollos y de laboratorio, mientras otros construían el nuevo mercado. Ya a principios de este siglo, la adopción digital se aceleró: la gente empezó a comprar cámaras digitales compactas y después llegaron los teléfonos con cámara, que fueron los que terminaron por desplomar la industria de las películas.

Las ventas se desplomaron casi de golpe. La logística de sacar el rollo, revelar e imprimir, esa forma más artesanal de trabajar la fotografía, perdió relevancia frente a la inmediatez de lo digital.

La situación actual de Kodak y el destino del inventor

Cuando Kodak quiso reaccionar, competía en un terreno donde sus competidores ya tenían ventaja tecnológica y de marca en el ámbito digital. Además, la empresa arrastraba costos muy altos, pasivos de pensiones y una estructura gigante construida para otro modelo de negocio.

Hoy, el tamaño de Kodak está muy reducido respecto a lo que fue. Solo tiene tres segmentos principales: uno es el de las impresiones, donde ofrece equipos, placas y consumibles para impresión comercial y de empaques en distintas regiones del mundo. Otro es el de materiales y químicos, enfocado en películas técnicas, recubrimientos y químicos para otras industrias. Y un tercer segmento es el de licenciamiento de marca, que permite a otras empresas fabricar productos como cámaras digitales de bajo costo, accesorios y otros artículos de consumo usando el nombre Kodak.

En cuanto al ingeniero Steve Samson, se retiró de Kodak en 2009. Con el tiempo, su trabajo fue reconocido formalmente por el gobierno de Estados Unidos, que le otorgó una medalla nacional. La Sociedad Fotográfica Real también le entregó una medalla de progreso y está incluido en el Salón de la Fama de los Inventores.

Lecciones que deja la historia de Kodak

De la historia de Kodak y el invento de la cámara digital se desprenden varias lecciones. Una de ellas es que nunca hay que casarse con el formato que te llegó a hacer grande. Una vez que se define el negocio, pueden llegar nuevas formas de resolver la misma tarea o el mismo trabajo para el cliente, y la empresa no puede ver esas formas como enemigas, sino como una posible evolución de la promesa de marca.

También hay que estar dispuesto a canibalizarse en algún momento, porque si una empresa no lanza una solución nueva que reemplace a la vieja, alguien más seguramente lo hará. Otra lección es que el modelo de negocio importa tanto como la tecnología y que no pueden estar aislados.

Los indicadores de un negocio maduro también pueden engañar. Los números suelen estar en función del pasado y no necesariamente del presente o del futuro, por eso es importante voltear a ver hacia adelante. Y, por último, la marca no es un escudo automático. Aunque Kodak tenía un nombre muy fuerte en fotografía, la preferencia de marca no sostuvo a la empresa cuando la categoría cambió de reglas y las cámaras digitales se volvieron el estándar.

Conclusión

El caso de Kodak y la cámara electrónica deja lecciones que siguen siendo vigentes. Muestra cómo una empresa puede inventar una tecnología que permite tomar fotos sin película y, aun así, decidir guardarla para proteger el negocio que la hizo grande. Mientras defendía el rollo, otros construían la fotografía digital y el nuevo mercado.

Hoy, cuando la tecnología y la inteligencia artificial están a la mano y no se sabe cuánto puede durar un modelo si no se adapta, la historia de Kodak invita a preguntarse si las empresas están defendiendo un formato o si están dispuestas a migrar y a adoptar nuevas tecnologías antes de que sea demasiado tarde.

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